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¿Vientre o… persona en alquiler?

La maternidad subrogada no sólo atenta contra la dignidad del bebé. No se puede hablar de "libertad de elección" cuando la madre gestante es social y económicamente vulnerable.


  

 

El sufrimiento de la separación


Los expertos de la COMECE advierten acerca del control absoluto que se ejerce sobre la embarazada, y la insoportable injerencia en su vida privada. No sólo se le llega a regular estrictamente su alimentación, su vida sexual y las actividades que "puede" o no realizar, sino que la extrema vigilancia médica sobre el proceso llega a ser realmente compulsiva, tanto como las insistentes visitas y llamadas telefónicas de los "padres en potencia".


Por otra parte, aunque tras la "frontera" del nacimiento la madre espera algunos miles de dólares, el alumbramiento no es tampoco el clímax de la alegría. Para empezar, el método que se emplea más comúnmente no es el natural, sino la cesárea, para evitarle al nonato cualquier tipo de sufrimiento en el canal de parto y para cumplir con la fecha de entrega acordada con los que ponen el dinero.


Sin embargo, el procedimiento –una intervención quirúrgica al fin y al cabo–, conlleva riesgos para la madre, entre ellos la posibilidad de que aparezcan complicaciones durante futuros embarazos. Además, habría que prestar atención al componente psicológico, pues los especialistas estiman que la madre "subrogada" padece un sufrimiento derivado de la separación del bebé, que puede compararse con el que experimentan aquellas mujeres que han dado a sus hijos en adopción.


"Mi capricho, tu problema"


La escena es parecida a otras que relata la prensa con cada vez mayor frecuencia: una pareja de adultos llega ante un buró con un recién nacido en brazos y lo muestra al funcionario: "Es nuestro hijo; inscríbalo en el Registro". Pero se niegan a dar el nombre de la madre real, y la legislación local no permite la gestación subrogada, por lo que el funcionario se encoge de hombros. ¡Pero el niño existe, está a la vista, y hay que hacer algo! El nuevo ser es un "hecho consumado", y así se lo imponen a las instituciones.


Los padres contratantes, en muchos casos, pretenden que el orden jurídico de sus países responda positivamente ante hechos consumados

 

¿Merece el niño una nacionalidad? Por supuesto. ¿Necesita que alguien se declare responsable de protegerlo y sacarlo adelante hasta su mayoría de edad? Desde luego. Pero la trampa está en que las parejas –homosexuales o heterosexuales– que recurren a la subrogación esperan que el Estado condescienda con sus deseos y termine por regularizar el estatus del niño.


En el contexto de la UE, las flechas van en una y otra dirección: ora se sanciona a Francia porque no ha reconocido la paternidad de dos parejas que utilizaron a madres subrogadas en EU, ora el ministro de Justicia español anuncia que se inscribirá a los hijos nacidos de vientres de alquiler. En ambos países, sin embargo, la gestación subrogada sigue siendo una práctica prohibida, como en la mayoría de los Estados del bloque comunitario.


Es una tarea ímproba, pero habrá que recordarles una y otra vez a quienes creen que madres e hijos, leyes y Estados, tiempos y circunstancias están a su exclusivo servicio, que el interés superior del niño, su dignidad y la de quien lo llevó en su vientre, no coinciden exactamente con lo que ellos adivinan que podrán arreglar con un fajo de billetes.

 

 

 

 

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