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Se necesitan Lech Walesas para derribar otro Muro

Curiosamente, ha sido la zona del mundo en la que anidaron la democracia y los valores de la civilización (Europa y EEUU) la que ha caído bajo un nuevo telón de acero, tan totalitario o más que el soviético.


  

 

No comparto el pesimismo de muchos cuando, ante el espectáculo de las rupturas conyugales, afirman que el matrimonio está en crisis. Porque si hay una institución que ha resistido los embates de la Historia o los vaivenes de los imperios esa es precisamente la unión del hombre y de la mujer.


Ninguna institución ha sido tan resistente a la estrechez de la vivienda, la losa de las hipotecas, los impuestos de los sátrapas o la acidez de las comedias teatrales –cuyo leitmotiv era invariablemente el adulterio-.


De hecho, no ha dejado de hacerlo, desde que hizo su aparición en escena, con Adán y Eva, hasta hoy. La prueba es que usted y yo, querido lector, hemos llegado hasta aquí gracias una larguísima cadena de uniones de hombre y mujer que se remontan a los albores de la Humanidad.


¿Por qué? ¿Por qué siempre, en todos los momentos de la historia y en todos los lugares de la Tierra ha habido matrimonio –aunque se trate de matrimonio natural-? ¿Qué es lo que ha puesto misteriosamente de acuerdo a gentes de culturas tan distantes y distintas para que el hombre busque a la mujer, prometa quererla, tengan hijos y formen una familia?


No le den más vueltas: porque el matrimonio es natural. Viene inscrito en los genes de la Humanidad desde el minuto uno. Más que de ‘homo sapiens’, habría que hablar de ‘homo conyugal’.


Por eso le auguro poco recorrido a la Ideología de Género, el más formidable ataque contra la familia y el matrimonio en muchos siglos.


Entiéndanme: al decir poco recorrido no hablo de un par de años, sino de décadas. Hablo en perspectiva histórica, no en ‘modo cortoplacista’. Quizá ni nosotros veamos cómo se deshace igual que un azucarillo. Pero tiene menos futuro que el comunismo soviético que apenas duró 75 años.

 

Porque como la dictadura soviética, la Ideología de Género no es natural; porque como ella se basa en una mentira antropológica; porque su empeño (borrar la más elemental de las diferencias: la diferencia entre varón y mujer) es todavía más quimérico que borrar la diferencia de clases.


La ideología de género es, si cabe, más letal porque el marxismo sólo pretendía una sociedad sin clases, y lo que la ideología de género pretende es una nueva humanidad donde no exista la familia. El objetivo del nuevo totalitarismo ya no es el Palacio de Invierno de los zares sino la cuna de la civilización: la familia y el matrimonio, con el agravante de que el ataque es insidiosamente sutil: ahora se lanza en nombre de la libertad.

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