Le pregunto si alguna vez pensó en que hubiera sido mejor que Mía no naciera. Ella me contesta: “Yo creo que nunca pasó por mi cabeza. Nunca estuvo en tela de juicio. Sabíamos que traía una discapacidad pero nunca pasó por nuestras mentes abortar. No fue opción. Lo único era que teníamos la duda de qué iba a pasar más adelante”.
Para concluir nuestra plática Marcela subraya: “Yo creo que son niños muy especiales, que vienen a enseñarnos muchos valores, la unión sobre todo. Son niños igual que todos los demás, tienen el mismo valor que cualquier otro niño, nada más que necesitan una atención diferente. Ellos vienen a enseñarle al mundo esa necesidad de amor y ese potencial que tenemos todos nosotros. Negarle al vida a un niño así, es negarte la vida a ti mismo”.
A los futuros papás que esperan un niño que trae alguna discapacidad, Marcela les deja el siguiente mensaje: “Hay muchos avances médicos. No están solos, pueden acercarse con gente que ya ha estado en la misma situación. Las cosas salen, tal vez despacio, tal vez no. Pero todo sale. Los niños siguen adelante, son súper fuertes y ellos nos enseñan a final de cuentas lo que es la palabra guerrero”.
El testimonio de Marcela y su hija Mía nos enseñan nuevamente que toda vida vale, siempre y en cualquier circunstancia. Mía tiene la suerte de tener unos padres que han sabido ayudarla y sacarla adelante de muchas situaciones difíciles. Lo han hecho movidos por el amor. Y nunca dudaron de que la vida de Mía era valiosa, a pesar de los problemas de salud que desde antes de nacer le detectaron. Era su hija y valía la pena luchar por ella, sin importar las dificultades.
Ojalá aprendamos del testimonio de estos padres de familia, y de Mía, quien a pesar de todos los retos que enfrenta, sigue sonriendo y jugando como cualquier otra niña. Luchemos por la vida de todos, sin importar su condición, enfermedad, discapacidad o edad. Es lo que nos gustaría que hicieran por nosotros.
Tomemos conciencia.
El bien de todos es tarea de todos.
Marcial Padilla
ConParticipación
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