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ConParticipación

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Estaba asustada tras enterarse de que estaba embaraza con 16 años. Fue a un abortorio, pero la frialdad con la que le trataron, despertó en ella las ganas de tener al niño. Dos meses después del nacimiento de Pablo, Miriam relata a Actuall que eso es lo mejor que le ha pasado.


  

 

Un embarazo tendría que ser motivo de alegría, pero no siempre es así. Y, es que, los embarazos inesperados son los argumentos más esgrimidos para plantearse abortar. A veces asusta afrontar la maternidad y más cuando todavía eres una niña.


Para la joven barcelonesa Miriam Serna no era el mejor momento. Tenía 16 años, acababa de terminar 1º de Bachillerato y tenía un futuro halagador por sus buenas notas, no podía plantearse ser madre y sin embargo...


Después de visitar un abortorio, decidió seguir adelante con su embarazo. No entendía cómo alguien podía matar una vida.


Ahora dos meses y medio después de dar a luz, asegura a Actuall que su hijo Pablo ha traído una gran felicidad a ella y a su familia. Además, ha podido retomar sus estudios.


Miriam en la entrevista a actuall expresa...


En el verano del 2016, a mediados de julio notaba algo raro en mi cuerpo, se me había retrasado el periodo. Me acuerdo que estábamos en Benidorm y ese verano era el primero que venía mi pareja para pasar allí las vacaciones. Tengo mucha confianza con mi madre, así que le conté lo que me pasaba. Cuando pasó una semana, mi madre ya se empezó a preocupar y me pidió que me hiciera un test. Entonces, me dio positivo.


Me queda en “shock”. Nos miramos mi madre, mi pareja y yo, pero no sabíamos qué decir. Y de repente, me puse a llorar y se me cayó el mundo encima. Mi madre y mi pareja me abrazaron llorando y me dijeron que estaban en todo momento conmigo, tomase la decisión que tomase. Aunque sé que para mis padres no era la noticia que esperaban. Aún así optaron por la vida de mi hijo...

 

Cansados de ser cuestionados por organizaciones de la sociedad civil, Gobiernos exigen que regios sean 'revisados' en plataforma


  

 

"Ciudadano, ¿Qué Estás Haciendo?", es la plataforma que el gobernador, Jaime Rodríguez, propuso a los organismos de la sociedad civil tras ser cuestionado por los problemas de congestionamiento vehicular en la ciudad durante la reunión trimestral de la plataforma "¿Cómo Vamos?, Nuevo León".


Rodríguez y alcaldes metropolitanos se mostraron inconformes con las preguntas de la plataforma y hasta dijeron que es necesario revisar qué tan responsables somos como ciudadanos hacia nuestra ciudad.


"Aquí están los rectores, universidades, empresarios, jefes de organismos cívicos, tienen que empezar a trabajar, ustedes deben empezar a platicar esto con sus agremiados para empezar a sensibilizar y socializar las decisiones que permitan que quienes hoy gobernamos podamos en cierta medida avanzar.


Por otra parte, en la reunión el alcalde de San Pedro, Mauricio Fernández, prácticamente gritó a los integrantes de la plataforma, representados por Luis Ávila en la mesa de diálogo, que solamente se la pasan criticando, pero no hacen propuestas ni dan soluciones. "No se vale estar criticando, cuando no han participado ustedes en nada", acusó.


Mientras que el alcalde de Apodaca, Óscar Cantú, dijo que "es muy fácil criticar, hay 700 mil habitantes en Apodaca y es muy fácil tirarle al que sale en la tele, pero nunca proponen y se esconden. Nosotros estamos disponibles las 24 horas los 7 días de la semana".


Los organismos de la sociedad civil cuestionaron a los alcaldes y al mandatario estatal sobre las medidas que han tomado para solucionar los problemas de tráfico que aquejan a la ciudad y cómo impulsan la movilidad sustentable.

En abril de 2014 el mundo quedó conmocionado con la noticia de que 276 niñas nigerianas habían sido secuestradas de su colegio por el grupo militante islámico Boko Haram.


  

 

En seguida surgió una ola de condena y nació la campaña #BringBackOurGirls (#DevuelvanANuestrasNiñas), que recibió el apoyo de muchos famosos, entre ellos la entonces primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama.


Tres años después, a comienzos de mayo, llegó una noticia que trajo alivio a muchos: 82 de las niñas fueron liberadas.


El anuncio fue dado por el gobierno nigeriano, que logró la liberación a cambio de entregar a cinco militantes de Boko Haram que estaban presos y de -presuntamente- pagar un cuantioso rescate.


¿Qué pasó con esas niñas -hoy jóvenes- durante sus tres años de secuestro?


¿Y por qué no han sido devueltas a sus familias pese a ser libres?


No ha sido fácil reconstruir la odisea que vivieron las llamadas chicas Chibok (por el nombre de su pueblo).


El motivo es que el mismo gobierno que las liberó las mantiene bajo su custodia y les permite un acceso muy restringido no solo a los periodistas sino a sus propias familias.


Las 82 adolescentes se reencontraron con sus padres este fin de semana por primera vez desde que fueron liberadas en una emotiva ceremonia en la capital del país, Abuya.


Sin embargo, siguen recluidas. El motivo que esgrimen las autoridades es que consideran que la mejor manera para que las jóvenes superen lo que pasaron es que lo olviden.


Y por ello no quieren que hablen de su pasado.


Pero algunas cosas se saben.


Como el hecho de que tras su secuestro fueron llevadas al bosque de Sambisa y que durante su captura fueron trasladadas de un lado a otro -bosques, ciudades, cuevas- en el noreste de Nigeria.


Algunos datos se obtuvieron de las 57 niñas que lograron escapar en medio de la confusión posterior a su captura.


Otros de las tres que huyeron de forma individual entre 2016 y 2017.


Y también gracias a las 21 chicas Chibok que fueron liberadas en un intercambio anterior con el gobierno de Muhammadu Buhari, en octubre de 2016 (aunque el acceso a ellas también ha sido restringido).


Lo que pudo reconstruirse a partir de estos testimonios muestra que las jóvenes fueron usadas como trofeos de guerra.


La atención internacional que atrajo su secuestro las convirtió en activos valiosos, tanto para Boko Haram como para el gobierno.


En la práctica, esto las benefició: según las testigos, a medida que se acrecentaba la guerra entre las autoridades y las milicias islámicas empezó a escasear la comida y hubo un período en que las cautivas no recibían ni siquiera una comida diaria.


Sin embargo a medida que crecía el reclamo por su devolución, sus captores entendieron que mantener a las jóvenes sanas y bien alimentadas podría traerles réditos en la guerra de propaganda.


Poco se ha dicho con respecto a la violencia que enfrentaron las muchachas.


Al ser entregadas las 82 hace unas semanas, en una zona boscosa cerca de la frontera con Camerún, uno de los siete militantes que participaron de la entrega les preguntó una a una, frente al mediador del gobierno:

La Federación One of Us premia a este ex médico abortista que dirige ahora un centro defensor de la vida en Estados Unidos.


  

 

John Bruschalski era hasta unos años un reconocido médico abortista en el estado de Virginia (Estados Unidos). Este ginecólogo de 50 años se formó como médico en la Universidad de Alabama en la década de los ochenta donde aprendió a considerar el aborto como «un modo de promover la salud, la felicidad y la plenitud en la vida reproductiva de una mujer». Casi 30 años después, Bruschalski asegura que estaba «muy equivocado». Por ello decidió crear en 1994 en el sótano de su casa un centro médico de atención y ayuda a las mujeres que tienen dificultades para seguir adelante con sus embarazos.


Su trabajo en favor de la vida acaba de ser galardonado con el II Premio One Of Us «Un héroe de la vida». El médico recibió el reconocimiento ayer en Budapest, en el marco del foro que esta federación europea —presidida por Jaime Mayor Oreja— celebra cada año en una capital europea. «Recibir este premio es un honor inmerecido e incómodo porque supone un reconocimiento al hecho de haber dejado de matar a la familia humana», aseveró a ABC Bruschalski, quien reconoce abiertamente haber vivido durante décadas con «el corazón edurecido». «Quitarse los problemas de encima con un aborto, es decir, matando a las personas que los sufren es repugnante», indicó.


El centro llamado Tepeyac Family Centre y en el que trabajan seis médicos y una enfermera funciona como una especie de «refugio seguro» para las mujeres embarazadas que han sido abandonadas por sus parejas o carecen de recursos económicos para sacar adelante a sus hijos. «Ahora me doy cuenta de que trabajar con pacientes en situaciones difíciles, acompañándolos sin juzgar, es una forma mucho más sana de crecimiento, salud y felicidad», afirma.

 

En los 23 años que el centro lleva en funcionamiento, Bruschalski ha atendido a más de 10.000 partes, de las cuales un gran porcentaje de mujeres carecen de seguro médico. «Cuando las mujeres llegan a nuestro centro asustadas o avergonzadas y pensando en abortar les presentamos a otras mujeres que han decidido tener a sus hijos, les ofrecemos ayuda material y les brindamos un cuidado excelente con una atención médica de alto nivel», explica este médico, que está convencido de que la mujer necesita ver que «hay una vida después de tener un hijo, que hay una salida para esa circunstancia». Para este médico la mejor vía para reducir las elevadas cifras de abortos es «ayudar a las madres a poder acoger a sus hijos».

 

Todos los derechos reservados Mirada y Participación Ciudadana A.C.

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