Si los hijos realmente fueran de los dos, padre y madre, el derecho a decidir traerlos o no a este mundo sería también compartido. En lugar de eso, estamos creando una sociedad en la que ellas “deciden” solamente. Estamos conformando un adefesio social.

La controvertida ley del aborto o de la mal llamada “interrupción voluntaria del embarazo”, considera tres argumentos: cuando existen malformaciones genéticas, en caso de violación y cuando atenta contra la vida de la gestante. Llama la atención el tercer argumento, nada dice sobre atentar contra la vida del padre. ¿Es posible lograr una sociedad de hijos deseados y nacidos del amor cuando en las leyes que buscan proteger la vida dejamos de lado al género masculino y lo utilizamos como banco de semen?
Mientras abortar sea un poder y una decisión exclusiva de un solo género y se utilice como mecanismo de victimización de una mujer y de manipulación del otro, sin mediar una decisión de pareja y basada en el amor, las mujeres seguirán utilizando sus cuerpos para la guerra.