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¿Incompatibilidad en el matrimonio?

Los matrimonios son corresponsables del futuro de la humanidad, porque el futuro de la humanidad nace y crece en la familia.


  

 

Uno de los grandes retos de la familia actual es tratar de comer juntos y tener momentos de conversación. Al menos se ha de procurar hacer una comida al día juntos, ya que vivimos bombardeados por trabajos y entretenimientos que pueden quitar estos preciosos momentos del arte de convivir en familia y con los hijos. Hay que planear los temas de conversación (temas actuales, trabajo, estudio, amistades, historia, lecturas, deportes, exámenes, etc.) y saber preguntar a cada uno cómo le fue durante el día e interesarse por los detalles más pequeños.


Pocos lugares son tan buenos para educar a los hijos como la mesa de comidas; allí aprenden a conversar. Allí los padres también enseñan a sus hijos las buenas maneras y a preocuparse los unos por los otros, a compartir, a conocerse y amarse. Si la madre les prepara la comida con detalle, los hijos se empiezan a sentir que valen. Es importante que los hijos se sepan apreciados y tenidos en cuenta. Además, comer en familia lleva menos riesgos de sobrepeso.


Dios ha encargado a la mujer que cuide de su esposo, y a él que la proteja y provea. Son muy importantes las legislaciones sobre el matrimonio. La ley positiva ha de basarse en la ley natural. La ley natural es la base sólida de todo derecho y de todo deber. Hay que saber distinguir entre la legalidad –que sólo ve la ley escrita– y la legitimidad. Lo legítimo es lo que es justo y lo que está en armonía con el Derecho Natural.


Con el recién aprobado "divorcio exprés" (divorcio rápido) se desprotege al matrimonio y se ataca fuertemente a la familia, porque ese divorcio lo único que busca es separar a los cónyuges, sin considerar que muchas veces hay una crisis pasajera de parte de él o de ella, y que, reflexionando en el bien que trae la solidez de un matrimonio para los cónyuges y para los hijos, superan la prueba y salen de ella con más madurez.


Ese divorcio exprés tampoco considera la patria potestad ni la manutención de los hijos, se centra en separar a los cónyuges y ya.


Reducir matrimonio a una cuestión "erótica sexual" es remitirlo a una cuestión corporal sexual. Eso no es el matrimonio.


Decía el cardenal Joseph Ratzinger: la sexualidad se ha trivializado, se ha banalizado, porque se ha reducido al placer; pero la sexualidad es un misterio muy grande, incluso es un misterio sagrado, porque es un proyecto de Dios de crear al hombre para el amor; es un modo de participar de la realidad de Dios. Tiene su plenitud en el amor divino. Pero cuando la sexualidad se separa del amor, se hace trivial y se convierte en un objeto de comercio. Al separarse del amor, se separa de la vida y lleva a la "cultura de la muerte".


Las diferentes formas actuales de disolución del matrimonio, como las uniones libres y el «matrimonio a prueba», hasta el 'matrimonio' entre personas del mismo sexo, son expresiones de una libertad anárquica. Una 'libertad' así se basa en una banalización del cuerpo, que inevitablemente incluye la banalización del hombre. Su presupuesto es que el hombre puede hacer de sí lo que quiera: su cuerpo se convierte de este modo en algo secundario, manipulable, que se puede utilizar como se quiere. El libertinaje termina haciendo despreciable el cuerpo.

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