Desde el Edicto de Milán a la imposición de la Sharia, gravita una verdad elemental: mientras la libertad religiosa no sea una realidad (universalmente reconocida o vigente) la humanidad no gozará jamás, plenamente, del resto de los derechos.
En momentos en que el mundo convierte en derechos la menor –y a veces hasta descabellada- aspiración y defiende a capa y espada la agenda anti-vida y anti-familia en nombre de la libertad de escoger, se produce la más cruenta opresión religiosa de la modernidad.
Hoy, la violencia contra los cristianos en Siria y en algunos países africanos y asiáticos, es una de las peores persecuciones del tercer milenio. Un joven cristiano acaba de ser asesinado y decapitado por los yihadistas. Niños acusados de “blasfemia” sin tener siquiera uso de razón.