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La violencia en los jóvenes surge siempre de una carencia en la etapa infantil

El ambiente en el que crecen los niños dirá mucho de su comportamiento futuro.


  

 

Los atentados de la pasada semana en París ponen de nuevo la mirada en la psicología de quién los perpetra. ¿Qué lleva a alguien a decidir ponerse un cinturón lleno de bombas y matar a personas que jamás ha visto y que nada le han hecho? ¿Las personas nacen o se hacen violentas? ¿Hasta qué punto tiene que ver una infancia llena de maltrato o una familia sin amor y/o desestructurada? La Psiquiatría y la Psicología tienen muchas respuestas a todas estas preguntas y desde luego encuentran una causa efecto en violencias adultas e infancias carentes de amor, apego y contención.


La violencia es innata o se adquiere. ¿Dónde se aprende a ser violento y cómo?


John Bowlby ya describió como los niños muy pequeños que tienen una madre o figura de apego «desconcertante» respondían a veces pegándola: por un lado no podían separarse de ella, por otro pasaban del amor al odio intenso con mucha facilidad... La violencia surge sin duda de la carencia, pero es un tema muy complejo. Ya en la antigua Grecia los espartanos sabían que para conseguir buenos guerreros para el estado había que separar a los recién nacidos de sus madres, sólo los que sobrevivían una noche a la intemperie se consideraban «aptos». Luego James W.Prescott en los años setenta señaló la relación entre el placer corporal y la violencia: entre las sociedades humanas primitivas, las que más reprimían el contacto corporal desde la infancia, la sexualidad femenina y las relaciones prematrimoniales eran a su vez las más violentas. De ahí a los estudios de Adrián Raine que también observaba cómo las complicaciones obstétricas, la separación temprana de la madre y el rechazo por parte de esta favorecían el cometer crímenes muy violentos a los dieciocho años de edad: está claro que las experiencias de separación, trauma y ruptura de vínculo muy tempranas favorecen las alteraciones cerebrales que predisponen a la violencia.


Pero luego hay muchos otros factores que pueden inclinar la balanza en uno u otro sentido: las experiencias de vínculos saludables (que favorecen la resiliencia), la educación y el acceso a empleos dignos, la dificultad o facilidad en el acceso a las armas e, incluso, el contacto con un entorno natural conservado pueden marcar la diferencia. Y está el tema del juego: no tiene nada que ver jugar a inventar, a cuidar, a subir a los árboles, construir cabañas o esconderse con pasar muchas horas jugando a matar delante de una pantalla de ordenador. El juego libre con otros niños y al aire libre potencia la cooperación, la solución de conflictos y la empatía, ¡es algo insustituible en el aprendizaje!


¿Se aprende por imitación, porque alguien ve violencia o también sirve crecer en una familia desestructurada, sin amor, sin atención, donde no están presentes el padre o la madre, o que lo están pero de una manera muy superficial?


Es que para criar se necesita tiempo y presencia. Lo del tiempo de calidad es una patraña: los niños cuanto más pequeños son más necesitan la presencia continuada de una o dos figuras de apego, no vale ir cambiando cada poco o tener muchas cuidadoras... Los adultos nos sabemos queridos cuando la otra persona elige pasar tiempo con nosotros y prioriza eso por encima de otras cosas: los niños lo percibe con más claridad incluso. Se sienten queridos cuando sus padres o familiares están deseando pasar tiempo con ellos y disfrutan de su compañía, pero cuando constantemente les colocan con cuidadoras o actividades o pantallas es poco probable que se sientan amados, y todo eso es caldo de cultivo para la agresividad y la violencia.

 

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