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Aprendiendo a vivir con el terrorismo islámico

Quizá uno de los más retorcidos expedientes del bando mundialista y sus medios -la prensa 'de prestigio'- sea juzgar las tragedias no por su resultado directo, evidente y sangrante, sino por la hipotética reacción de sus enemigos, esa que nunca llega. Es la 'islamofobia' contra la que nos advierten tras la última masacre de rigor, aunque el radicalismo musulmán amontone víctimas y la islamofobia siga siendo poco más que una leyenda urbana.


  

 

Es la 'islamofobia' contra la que nos advierten tras la última masacre de rigor, aunque el radicalismo musulmán amontone víctimas y la islamofobia siga siendo poco más que una leyenda urbana.


En este mismo espíritu, leo en redes sociales la idea de que "lo peor" (sic) del atentado de este miércoles en Londres es que lo capitalizarán políticos como Donald Trump y Marine Le Pen. Parece un caso especialmente macabro de proyección, amén de un falta de empatía con las víctimas que roza lo patológico, pero es indudable que ataques como el de hoy vienen a confirmar la visión política de los soberanistas como Le Pen y Trump.


Sadiq Khan, el alcalde musulmán de Londres, se apuntó en su día a la visión del primer ministro francés, Manuel Valls, sobre el terrorismo islámico, y si éste dijo que había que hacerse a la idea de convivir con él, aquél expresó la idea de que los atentados son un riesgo inseparable de vivir en una metrópolis moderna. En suma, para ambos y muchos otros en la Unión Europea, el terrorismo ha venido a quedarse, y más nos vale hacernos a la idea.


En un día como este, cuando la Policía londinense ha abatido a un hombre armado con un cuchillo en las inmediaciones del Parlamento Británico en Westminster que había apuñalado a un agente, antes de que un coche '4x4' hubiera arrollado a varios peatones en el Puente de Westminster, todo ello con al menos dos víctimas mortales y numerosos heridos, conviene recordar que no todos los políticos europeos adoptan una actitud tan fatalista ante el terrorismo y la inseguridad propiciada por la inmigración musulmana.


En las últimas encuestas -y creo que no tengo que recordarles el valor que han demostrado tener últimamente las encuestas-, Le Pen empataría con su principal rival, el ex banquero Emmanuel Macron, con un 25,5% del voto. No es, naturalmente, imposible o demasiado improbable que se repita en Francia lo que ha sucedido recientemente en Holanda y en segunda vuelta y tras una ofensiva salvaje de los medios Francia se quede con lo malo conocido y vuelva a dejar al Frente Nacional con la miel en los labios.


Sí, el tiempo da la razón a Le Pen y en ese sentido es cierto lo que dije en su momento de que el tiempo corre a favor de la candidata del Frente Nacional. Pero en otro sentido, bastante más crucial, el tiempo corre en su contra, a saber: el diferencial de fertilidad entre la población recién llegada y la autóctona y el ritmo de llegada de inmigrantes y refugiados estrecha día a día la ventana de oportunidad antes de que esta situación se haga irreversible y entonces, sí, más nos vale hacernos a la idea de convivir con todo esto.

 

 

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